Carlitos Farías, arte y pasión con su guitarra
HISTORIA DE VIDA

Bariloche tiene artistas que han dado su vida al canto popular. Carlos Farías lleva más de 32 años representándonos en diversos puntos del país y de Chile.
La falta de espacios lleva a que poco a poco, vayan quedando silenciados, pero Farías ha logrado sobrevivir a tanta desidia y sigue presente en los escenarios.
Fue otro colega, Rodolfo Cancino quien le brindó algunas herramientas para sacar sus primeras canciones en la guitarra. Al tiempo cuando ya se sentía más seguro, ambos conformaron la agrupación folklórica Las guitarras Andinas, fue más precisamente el 29 de febrero de 1992.
Ese debut fue en el estudio de Radio Nacional en el programa que tenía Agustín Rocha. Luego llegó el momento de mostrar su arte a la comunidad educativa de la escuela 284. Solía asistir a conciertos y peñas, en ese entonces se lucían artistas como Edgardo Lanfré, el Trío Trabún y Bombo Sur.
Decidió que eso era lo que quería, participar de fiestas y festivales, peñas y conciertos y a pesar de las bajas habituales de trabajo que sufren los músicos, nunca bajó los brazos.
Farías reconoce que una de las mejores cosas que le pasó en la vida fue conocer al querido “Negrito” Pantaleón González. Junto con Cancino fueron a pedirle que los guiara en el camino musical, avalados por el Grupo de Folklore Bariloche comenzaron a presentarse en vivo.
Pantaleón los invitaba a fiestas populares de la región y por supuesto, a ser parte de La Patagonia Canta en Bariloche y así la gente lo fue conociendo. Farías comenzó además a tomar clases con el Negrito pero tardó en tocar una guitarra, primero le hizo escuchar y conocer autores y estilos. No solo le hablaba de folklore sino que junto a él aprendió sobre los orígenes del jazz, del blues y rock and roll.
En el 1998 Guitarras Andinas se disolvió por cuestiones de inquietudes diferentes, aunque esa amistad con Cancino continúa hasta el presente.
Luciano Mayo, un amigo de Ingeniero Jacobacci le habló de Edgardo Sanz, un cantante de El Bolsón y le recomendó viajar juntos a conocerlo. Con pocos ensayos de por medio nació Pasión y Guitarras, un trío que a los dos meses de formado, participó de la Fiesta del Lúpulo.
Siempre hacía viajes relámpago de un fin de semana, daba un concierto y regresaba pero una de sus anécdotas narra que una vez, se fue un 5 de enero y recién volvió en julio solo para buscar un par de calzados y seguir de gira.
Al surgir la posibilidad de subir a un escenario en Chile, decidió ir con más herramientas para asegurarse el éxito, entonces sumaron algunos boleros, temas propios, de rumba y flamenco.
Eran tantas las presentaciones en ciudades y parajes de Río Negro que para estar más cerca de todos se mudó a Jacobacci y así evitar tantas horas en las rutas.
Pasada esa etapa de enorme éxito tomó una decisión muy fuerte, volvió a vivir a Bariloche. Sin intenciones de seguir con la música, ni la guitarra se trajo. Comenzó a trabajar, formó una familia, tuvo un hijo y aquél furor artístico quedó en el pasado.
A medida que pasaba el tiempo, esta decisión empezó a jugarle en contra, cada vez más seguido le llegaba la tristeza, el mal humor y la insatisfacción. Algo le faltaba y desde lo más profundo de su corazón, sabía que era la música.
Mónica, su compañera de vida, estuvo dispuesta a acompañarlo en el proceso y al reencontrarse con un amigo, fue invitado a tocar. Al retornar a un escenario sintió tanta plenitud que se juró no volver a abandonarlos.
En aquél entonces el pub El Clandestino le abrió sus puertas y junto a Kike Sobarzo y Luis Bravo armaron una banda. Años más tarde nació un nuevo proyecto musical Corazón Litoraleño, en el que Farías tocaba el bajo y así entró en el camino del chamamé.
Siguió el Dúo Amanecer, nombre elegido porque siempre se iban de las peñas a las 6 o 7 de la mañana. Darío Gauna lo inició en el mundo de los boleros, descubriendo así una de las grandes virtudes de Farías.
Emprendimiento
Con su compañera decidieron alquilar un local y comenzar con un emprendimiento gastronómico. La idea era elaborar comidas para una empresa que estaba muy cerca de allí, lo que auguraba buenas ventas pero a los pocos días, cerró dejándolos sin esperanzas.
Ya habían firmado un contrato del local entonces, en ese lugar abrieron un pub, La Vieja Viola que aún, es recordada por muchos barilochenses.
A lo largo de estos años ha integrado otras formaciones, Farías sigue deleitando a turistas y residentes en peñas y conciertos. Su familia y la guitarra lo seguirán acompañando adonde vaya, convencido de que aquél regreso a la música, fue la mejor decisión de su vida.
Su gran amigo y poeta Oscar Criado, hace algún tiempo vino desde Chile para cantar una serenata junto a la tumba de su madre. Carlitos Farías lo acompañó con la guitarra.