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Un día como hoy, 19 de diciembre pero de año 2015 se iba uno de los más grandes maestros que acompañó al teatro y el cine con sus manos. Hugo Grandi era maquillador profesional de excelencia y un hermoso ser humano, desde Vamos Andando queremos recordarlo con su historia y anécdotas.
Hugo se casó cuando tenía 25 y un año después, se fue a vivir a Estados Unidos. Se le dio a posibilidad de estudiar en la Universidad de California en Los Ángeles. Cursó cinematografía por dos años, con rutinas de ocho horas diarias cinco veces por semana.
Las opciones eran varias, podía elegir escenografía, dirección, iluminación, director de fotografía o técnico en efectos especiales. Hugo era fanático de la ciencia ficción, se enteró del estreno en cines de 2001 Odisea del Espacio y fue. Hasta ese momento las películas no tenían mucha tecnología a disposición “recuerdo que los aviones se veían como colgaban de hilos” comentaba al recordar ese momento.
Volvió tres veces más al cine a ver el mismo film y fue allí cuando decidió que quería ser maquillador profesional. De manera paralela cumplía con cada uno de los requisitos que le pedían para obtener a residencia permanente en ese país y al hacerle el examen de orientación vocacional le salió peluquería de damas, pintor, diseñador o fotógrafo de modas. De todas maneras cuando dijo del curso de efectos especiales de maquillaje, se lo aceptaron.
Ese curso consistía en doce materias específicas. Entró entonces a un mundo del cual se enamoró y nunca más quiso salir aprendiendo a construir máscaras de látex y prótesis para cambiar rostros.
Para hacer prótesis en aquella época se usaba la goma espuma es decir, látex espumado líquido. Un proceso complicado, lo ponía en una batidora especial con productos químicos y se lograba el producto.
Hugo con enorme entusiasmo explicaba el proceso “Primero sacaba un molde del rostro del actor o actriz, el negativo y se llenaba de yeso logrando el positivo, sobre eso se iba aplicando la prótesis buscando el personaje que debía interpretar”. Eso se volvía a llenar con yeso y el aire que quedaba se rellenaba con látex quedando así el rostro terminado en goma espuma.
En Estados Unidos vivía de una beca de estudios, a vida le dio a él y su esposa un golpe muy duro con el fallecimiento de su hija, luego nació Enzo pero las distancias pesaban mucho en el ámbito familiar por lo que ella y su hijo, regresaron a Buenos Aires.
Fue en ese momento cuando estaba solo en el país del Norte que le llegó un concurso de maquillaje de la Universal Pictures, ganando el primer premio en maquillaje cinematográfico. Era un contrato por cinco años, con muy buen sueldo pero extrañaba mucho entonces decidió regresar no aceptando ese trabajo.
El regreso a Argentina no fue simple, nadie o conocía y comenzó a buscar empleo. Lo contrataron en el Teatro Municipal General San Martín donde estuvo tres años como jefe de peluquería y maquillaje, trabajo al que renunció porque lo contrataron para una película denominada Pequeños Aventureros.
Se filmó en Córdoba con escasa tecnología. “Precisaban un indio Comechingón de 110 años, por eso me vinieron a buscar y fue uno de los personajes que me llevó más tiempo creo, más de cuatro horas para caracterizarlo” relató Hugo.
Las tomas debían hacerse un poco antes de que asomara el sol, así que tipo una de la mañana comenzaba a maquillarlo y a las cinco ya debía estar listo. Se quedaban filmando hasta las diez de la noche y a la una comenzaban nuevamente, así durante diez días. Ya por entonces los grandes medios de comunicación, comenzaban a hablar de su prestigio.
Bariloche
Llegó un momento en que se lo conocía tanto en el cine y el teatro a Hugo que ya casi nadie lo llamaba para contratarlo porque pensaban que sus honorarios eran elevados.
En nuestra ciudad rápidamente se supo de su presencia y su talento pero Hugo siempre fue extremadamente solidario por lo que la mayoría de los trabajos, no los cobraba por lo que su situación económica, no era la que merecía.
Fue contratado por Discovery Channel para un capítulo de Vivir para Contarlo. Tuvo que hacer la herida en el rostro de un muchacho barilochense que se accidentó en una avalancha. Eran jornadas de trabajo de 14 horas en la Hoya a la intemperie, con veinte grados bajo cero, con dos carpas chiquitas durante cinco días.
A pesar de los devenires con los que se tuvo que enfrentar siempre aseguraba que, de volver el tiempo atrás, no habría elegido otra profesión. Así era Hugo, una hermosa persona que compartía sus saberes sin pedir nada a cambio incluso, cuando ya por problemas de salud, podía mover muy poco sus manos.
Vamos Andando lo recuerda y lo tiene presente siempre, como parte de la familia de artistas de Bariloche. (Fotos de Mario Varela y de la colección de Hugo Grandi).
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